viernes, 9 de agosto de 2019

CUERPO DE HOMBRE, SENTIMIENTO Y ALMA DE MUJER

SENTIMIENTO Y ALMA DE MUJER

Los primeros meses de casados transcurrían con una pasión propia de nuestra juventud y del amor que sentíamos el uno por el otro. 
Después de revelar a mi esposa que me ponía pendientes, tenia otro gran secreto que revelarla pero no me atrevía. El caso es que yo no quería esconder ningún secreto a ella pues eso equivalía a traicionarla. Pero, ¿cómo explicarle algo que ni yo mismo entendía, pero que ardía en deseos de hacer pues formaba parte de mi personalidad más oculta? En aquellos tiempos no existía internet como lo como lo conocemos hoy. Busqué información en enciclopedias como la Espasa, en otras fuentes como una enciclopedia bíblica. Pero, aparte de haber encontrado poca o escasa información, la información encontrada era sesgada y arcaica. Un ejemplo: La información que me daba la enciclopedia bíblica "Perspicacia para comprender las Escrituras" decía, refiriéndose a un versículo de la Biblia del Pentateuco que 'cualquier hombre que se vistiera de mujer era una abominación a los ojos de Dios'. Si ese fuera el caso, Dios cometió una gran injusticia al darme genéticamente una mente más femenina que masculina y a la misma vez considerarme una abominación. También tengo palabras para todas aquellas informaciones que apuntan a que esto es un tipo de fetichismo o perversión. ¿Se puede considerar que hay fetichismo y perversión en un niño de tan solo 5 años que ya tiene tendencia hacia la ropa femenina? Un feminófilo, tal y como lo entiendo hoy es un hombre que desea impresionar en su cuerpo a la mujer, y mientras lo está haciendo habla en femenino, pero pueden volver con gusto a la identidad masculina y hablar de sí en masculino. Se sienten adaptados a la sexualidad y al género masculinos porque no desea ser una mujer, pero sí parecerse a ella y cuando se viste también se adapta a la sexualidad y género femenino.

Un feminófilo mira a una mujer y desea ser ella. Las barreras se desvanecen. "Yo soy lo que deseo" piensa. "Quiero que su ropa sea la mía, para poder ser ella". La ropa es la persona. Quiere ser esa persona. Tan hermosa como ella. Quiere abandonar ese tono gris de su vida masculina y por un momento compartir esa vida de hermosura. Cuando un feminófilo se viste de mujer le encanta vivir una existencia centrada en la belleza.
Un feminófilo no es machista. Mira a una mujer durante horas. La admira. Acepta cada molécula de su ser. Cada actitud, cada gesto. Queremos imitar sus gestos y que sean los nuestros. La imita, sin darse cuenta. Y cuando se da cuenta, sigue imitándola.

Como ya dije, creo recordar que ya con cinco años tenía esa tendencia. Entonces estaba centrado en la belleza y la seguridad del cariño de mi madre; algo muy puro había llegado a mi existencia y yo sentía en mi interior esa fuerza femenina heredada que iba desarrollándose mientras crecía. Era algo invisible pero natural que radicaba en mis genes. Los ojos de mi madre, su voz inolvidable que no volveré a oír en esta vida. Su compañía que me tranquilizaba. Me alegraba parecerme un poco a ella, me enorgullecía que mis gestos y mi manera de hablar y de moverme fueran como los de ella.


En mi caso, tengo una identidad masculina heterosexual. Puedo hacer una vida masculina heterosexual, estoy casado con una mujer, la amo, la deseo y hemos tenido tres hijos.

No necesito ropa de mujer, como fetiche, para excitarme sexualmente. Cuando me visto lo hago por placer, porque me gusta y me ha gustado desde que tengo memoria. Cuando me visto, me maquillo y me pinto porque me apetece y me siento en ese momento con esa necesidad innata.

jueves, 8 de agosto de 2019

PRIMEROS PASOS COMO ESPOSO FEMINÓFILO

PRIMEROS AÑOS DE MATRIMONIO Y PRIMERA REVELACIÓN

Como ya conté en el capítulo anterior, me casé en octubre de 1984. Los primeros meses transcurrieron con toda la pasión que es de esperar de una pareja recién casada.
Sin embargo, unos meses antes... siendo todavía novios, estábamos de vacaciones en casa de los padres de mi novia. Era el mes de agosto. Se dio una circunstancia un poco incómoda para mí. Estábamos comiendo. Mi novia se quedó mirando mi cara y de pronto me suelta "parece que tienes un agujero en la oreja, como si te pusieras un pendiente". Yo disimulé y me fui al baño. Me miré la oreja y traté de disimular el agujero lo mejor que pude. Y no hablé de ello y desvié la conversación.
Ya, estando casados, una noche de aquel primer invierno de 1984 estábamos en la cama, y después de hacer el amor le dije a mi mujer: "¿Te acuerdas de aquella vez estando en casa de tus padres que me dijiste "parece que tienes un agujero en la oreja, como si te pusieras un pendiente"?. Por un momento guardé silencio, me armé de valor y le confesé que sí que tenía agujereada la oreja. No se lo creía y entonces le dije que si no se lo creía que se quitara ella uno y que me lo pusiera. ¡¡Y lo hizo!! Por un momento se quedó callada, me miró una y otra vez con ojos de incredulidad. Por fin me dijo que me quedaba muy bonito. Le dije que no me lo quitara de momento e hicimos otra vez el amor. Después le dije que desde que tenía 15 años me ponía pendientes y que alguna vez me había pinchado la otra oreja para ponerme otro pendiente pero que se me había cerrado el agujero al no ponérmelo. Le dije que si quería me volvía a hacer el agujero y me ponía otro en la oreja derecha y accedió. Me dijo que estaba muy guapo. Me excité tanto que la hice el amor varias veces en la noche. Ella estaba muy contenta y yo también. Pero sentí un alivio enorme al descargarme de ese secreto oculto que me guardaba y que nunca había confesado a nadie. Pero no le confesé que me gustaba vestirme de mujer.

Era extraño que un chico de mi edad se pusiera pendientes en aquel tiempo. Era raro vez a chicos con pendientes en las calles a principios de los 80, pero las cosas empezaban a cambiar. Lo que me pasaba a mí no tenía nada que ver con ninguna actitud de rebeldía que empezó a caracterizar a los chicos que pocos años más tarde se empezaron a poner pendientes en las orejas, en algunos casos ridículos, exagerados y estambóticos. Yo me ponía pendientes porque, aparte de gustarme mucho, formaba parte de mi feminidad oculta y que sentía con mucha intensidad en mi interior. Esa intensidad femenina estaba bullendo en mi interior como la lava de un volcán a punto de explotar. Pero era consciente, por muchas razones, que no viene al caso contar, que no era el momento de contar nada que pudiera enturbiar mi matrimonio ni nuestra felicidad. Además, no creo que mi mujer en ese momento pudiera entender lo que hoy conozco como feminofilia porque ni siquiera yo mismo lo entendía.


Mi adolescencia como feminófilo

DE LOS 13 A LOS 20 AÑOS

Mis años de adolescencia pasaron llenos de ilusión, esperanza, tristeza por la prematura muerte de mi padre a mis 18 años, pero también expectativas amorosas.
Al cumplir los 13 años (año 1975) mi "adicción" a la ropa femenina siguió. Ya no me conformaba con "robarles" unas braguitas a mis hermanas. Ahora, de vez en cuando me ponía una falda, algún vestido y alguna que otra prenda. Como todavía era casi un niño, los pies los tenia pequeños y me podía poner los tacones de mis hermanas que ya eran mujeres de 18 y 19 años. Para ese tiempo una de mis hermanas se casó y se me redujeron drásticamente mis posibilidades de vestirme pues la mayor de mis hermanas que seguía soltera era muy delgada y no me valía su ropa pues yo era un poco gordito. La hermana que se casó usaba mi talla. Aún así mi hermana se dejó algunas prendas y aproveché para ponérmelas. Entre las cosas que se dejó estaba una faja que me gustaba mucho porque me estilizaba bastante y un vestido que se dejó me quedaba perfecto, igual que una falda marrón que también se dejó.
Pero los años pasaban y con los 14 me vino mi primera erección. Al ponerme la faja y luego la falda me excité tanto que manché toda la ropa de semen. Yo no sabía qué era aquello. Ni mi padre ni mi madre me hablaron nunca de ello. Los padres de antes no hablaban nunca de sexo con los hijos. Lo aprendíamos como los animales, por instinto. El caso es que tenía un problema y no sabía como resolverlo. Manché las braguitas (las puse perdidas de semen), también la faja y un poco la falda. Era invierno y si lavaba esa ropa tardaría días en secarse. Al final lavé las braguitas que era lo que más había manchado y con un poco de cuidado limpié la mancha de la faja y de la falda. Luego, aproveché en un momento que no había nadie y metí esa ropa, después de escurrirla bien, debajo del colchón de mi cama. Menos mal que a mi madre no le dio por levantar el colchón.

Para cuando cumplí 15 años empecé a tener curiosidad por ponerme pendientes. Todavía no tenía agujeros en las orejas. Descubrí que mi madre tenía un collar de perlas sintéticas roto. Entonces me ideé escoger unas perlas pequeñas del collar y me las colocaba en los lóbulos con una gotita de pegamento del que se usaba en la escuela para manualidades. Cuando me vi las orejas en el espejo me gustó tanto que lo hice una y otra vez. Llegó un momento que ya no me satisfacía pegarme las perlas. A fin de cuentas no eran pendientes sino un "apaño". Además era muy engorroso quitarse luego el pegamento de las orejas y que no se notara. Entonces empezó a viajar por mi mente la posibilidad de agujerearme la oreja izquierda. ¿Pero como lo haría? ¿Me dolería? Después de varios intentos frustrados cogí una aguja del costurero de mi madre, apreté los dientes y ¡¡Dios cómo duele!!... me atravesé la oreja con la aguja. Pesé erróneamente que una vez agujereada la oreja ya me podia poner pendientes cuando quisiera... ¡¡¡Error!!!
Le "robé" a mi hermana mayor un pendiente de un par que tenia en el cajón de la mesita de noche (al día siguiente la noté nerviosa buscando por todo el dormitorio... seguro que el pendiente. El problema fue que cuando me quise pasar el pendiente por el agujero... ¿donde estaba el agujero? La oreja me dolía y la tenía muy roja (obviamente se había infectado) Presioné el lóbulo para ver donde había hecho el agujero y empezó a salir pus y me empezó a doler mucho. También salió sangre. Lo lavé con agua oxigenada y me lo limpié. Mi madre notó que algo me pasaba en la oreja y me preguntó qué me pasaba en  la oreja. Le dije que me salió un grano y que se me había infectado.
De momento abandoné la idea de volver a agujerearme la oreja y dejé que se curara sola. Pasaron unos meses y un día oigo decir a una mujer que le había tenido que volver a abrir los agujeros de las orejas a su niña y le había dejado metidos unos hilos para que no se les cerraran hasta que le pusiera unos pendientes de plata. Dijo que con los pendientes de plata se le curan los agujeros y no se le vuelve a cerrar. Eso me llamó la atención pero me hice muchos interrogantes: ¿cómo me podía hacerme el agujero en la oreja y luego que se mantuviera abierto? No me podía poner un hilo porque era evidente que lo mantenía en secreto. Tampoco me podía dejar puesto el pendiente. Además en aquellos años ningún chico llevaba pendientes. Se me hubiera tachado de marica. Luego había otras razones de índole religioso que no quiero ni mencionar. Entonces ¿qué podía hacer?
El único recurso que me quedó fue agujerearme la oreja de nuevo y ponerme inmediatamente el pendiente. Así lo hice. Me dolió mucho. Pero pude ponerme por primera vez un pendiente y sentirlo en mi oreja. No era lo mismo que las perlas pegadas. Podía tocar el pendiente medido en mi oreja por delante y por detrás. Siempre lo hacía en el baño y cuando todos se habían acostado. Antes de salir me lo quité. Pero al siguiente día el agujero se había cerrado y volvía a abrirlo con el mismo pendiente. Algunas veces se me infectada y echaba mucha pus. Hubo una vez que cogí tal infección que se me hinchó tanto el lóbulo que se me puso duro como una piedra y me dolía la cara. Me molestaba hasta abrir la boca para comer. Después de unos días me atreví a pincharme donde creía que estaba la infección y empezó a salir mucha pus. Olía que apestaba. La infección se había extendido hasta por detrás de la oreja en el cuello. Me dolió horrores. Me tiré más de media hora sacando pus y después pus mezclada con sangre. Al día siguiente me volvió a salir pus pero gracias a lavarme bien la herida con agua oxigenada y ponerme una pomada poco a poco se curó. Tardé más de un mes en volverme a poner pendiente. Sufrí mucho con las infecciones hasta que por fin se quedó abierto el agujero de la oreja.
No fue sino hasta después de casarme que me agujereé la oreja derecha. Hoy llevo pendientes en las dos orejas casi siempre y tengo una buena colección de ellos.
Para cuando cumplí los 16 años ya se había casado mi hermana mayor. Las posibilidades de usar ropa femenina se redujeron a prácticamente cero. Eso sí, seguí poniéndome pendientes.

Para cuando cumplí los 18 años llevábamos un tiempo con el corazón en un puño pues mi padre, que llevaba tiempo enfermo del corazón, se le agravó la enfermedad y tuvo que ser hospitalizado. 

Para ese tiempo de finales de 1980 conocí a Chelo, fue la primera "novia" que tuve y con quien estuve saliendo 15 meses. A la misma vez que salía con Chelo me escribía con una chica de Alcalá de Guadaira (Sevilla) que se llamaba Chari. Lo de Chelo fue una aventura que duró demasiado. Aunque no era fea, su carácter maleducado no iba con mi forma se ser y solo era cuestión de tiempo que dejáramos de salir y así fue para la primavera de 1982. Sin embargo seguí escribiendo a Chari de Sevilla, pero con ella no había ninguna intención. 
Esta relación con mujeres me hizo despejar mis dudas en cuanto a mi sexualidad. Era lo que hoy se conoce como heterosexual pero que en mi interior había otras preferencias...
Mientras Mientras tanto, en febrero de 1981 operaron a mi padre del corazón después de 1 año de espera y después de muchas idas y venidas al hospital y de varios ingresos. Desafortunadamente falleció un mes después al tener un rechazo de las válvulas mitrales que le habían puesto.
En septiembre de 1982 conocí a la que 24 meses después sería mi mujer. Era una chica muy joven, solo tenía 17 años cuando la conocí.

En aquellos años, en España, era obligatorio prestar servicio militar. Pero la muerte de mi padre cambió completamente el panorama familiar. Mi padre solo tenía 48 años cuando murió y mi madre se convirtió en una joven viuda de tan solo 43 años. Mis dos hermanas mayores ya estaban casadas y tenían un hijo cada una. Mi madre tardó en cobrar la pensión de viudedad más de 6 meses, por lo que la única fuente de ingresos que había en casa era el dinero que yo ganaba. Y había otros tres hermanos menores que se quedaron sin su padre con 15, 11 y 8 años respectivamente. Así que no quedó otra opción que solicitar una prórroga por hijo de viuda para no hacer el servicio militar y seguir aportando ingresos a la familia. Y me lo concedieron. Si hubiera tenido la oportunidad de ir al servicio militar, seguramente hubiera hecho carrera alli y hoy seguro que estaría bien situado. Pero no ha sido el caso.
Tuve que estar tres años sin poderme casar. Mientras tanto transcurrió mi noviazgo con María que formalizamos el 1 de abril de 1983. En septiembre de ese mismo año adquirimos un piso que nos entregaron el 18 de mayo de 1984. Rápidamente nos pusimos a amueblando poco a poco. Aprovechamos los fines de semana para ir a nuestra nueva casa donde dormíamos la siesta y alguna vez que otra hacer el amor. Y el 24 de octubre de 1984 nos casamos,

No teníamos un céntimo, pero éramos muy felices.  Aprovechábamos toda ocasión para hacer el amor; era natural, éramos muy jóvenes, ella tenia 19 años y yo solo 22. 

Al casarme las cosas cambiaron mucho. Mi feminofilia volvió a renacer después de varios años de letargo. Pero se daba una circunstancia. Mi esposa era muy delgada y yo había engordado un poco. Su ropa era de talla muy pequeña para mí. Además ella no sabía nada de mi gusto por vestir ropa de mujer, por lo que de momento volví a aparcar la idea. Pero en mi interior había un fuego interno que me consumía, sobre todo cuando veía su ropa. Pero esto es algo que contaré en el siguiente capítulo.

martes, 23 de julio de 2019

ORÍGENES

Mi niñez

Nací en el verano de 1962 en un pueblo de la España rural. Mi padre estaba segando en el momento de nacer y mi madre me dio a luz sola. Como todos sabemos, los niños al nacer, aunque tienen su sexo (evidentemente), no siempre este corresponde con su identidad de género. 
Pero ¿cómo es el desarrollo "normal" de un niño o niña en lo que a sexo e identidad de género se refiere? ¿Cómo se desarrolla la identidad de género en los niños?
La identidad de género suele desarrollarse en etapas:
  • Alrededor de los dos años: Los niños toman conciencia de las diferencias físicas entre varones y mujeres.
  • Antes de su tercer cumpleaños: La mayoría de los niños se pueden identificar como varones o mujeres con facilidad.
  • A los cuatro años: La mayoría de los niños tienen un sentido estable de su identidad de género.
Durante esta misma época de la vida, los niños aprenden conductas del rol de género, es decir, "cosas que hacen los varones" o "cosas que hacen las mujeres".

Dicho esto, yo también aprendí, como cualquier niño varón, "cosas que hacen los varones". Tenía mis amiguitos jugaba con ellos a los coches, al fútbol, a los pistoleros, a las canicas, a las peonzas, etc. cosas que gustaban a los niños de los 60. Sin embargo a una tempranísima edad (creo que a partir de los 5 años) se fue desarrollando en mi interior "otra conducta" distinta que me empezaba a identificar con otro rol de género que no era genéticamente el mío. Empecé a sentir atracción por la ropa de las niñas. Si esto se estaba desarrollando en mi interior a una edad tan temprana, no puedo pensar otra cosa que este rol de género ya estaba en mis genes desde que fui concebido en la matriz de mi madre.
Tenía para entonces 3 hermanas y sentía curiosidad por la ropa de ellas, especialmente de las dos mayores. Para entonces vivíamos en una casa pequeña con tres dormitorios que no eran muy grandes. En la habitación de mis hermanas había un baúl donde ellas tenían su ropa. El baúl siempre estaba muy desordenado porque ellas la verdad que tampoco eran nada ordenadas, cosa que indignaba a nuestra madre. Ese desorden me brindó la oportunidad de buscar entre sus prendas y coger, alguna vez que otra, algunas braguitas y ponérmelas. Como eramos muchos en casa tampoco había muchas oportunidades de hacer esto. Para entonces creo recordar que tenía unos 5 ó 6 años. Recuerdo que en una ocasión una de mis hermanas mayores llegó a casa y, temiendo ser descubierto, me escondí debajo de la cama con las braguitas puestas. Recuerdo estar debajo de las cama más de 15 minutos en completo silencio hasta que observé que salió de la habitación y por el ruido de la puerta se había marchado a la calle. Entonces salí de mi escondite, me quité apresuradamente las braguitas, me puse mis pantalones cortos y salí a toda prisa de la habitación, no sin antes meter las braguitas revolviendolas en aquel desastroso montón de ropa del baúl. Después de aquel susto no se cuánto tiempo tardé en volverme a poner una prenda femenina. Lo que sí recuerdo es que seguí con lo que mi mente me decía y que no estaba en armonía con mi sexo biológico, como por ejemplo ponerme en alguna ocasión unos zapatos de tacón de una de mis hermanas. Como mis hermanas mayores se llevaban un año, una usaba un número más que la otra (creo recordar que una usaba un 36 y la otra un 37, así que durante un tiempo disfruté del placer de ponerme sus tacones y llegué a andar perfectamente con ellos. Todo esto de usar los zapatos de tacón se acabó con el tiempo pues como chico me siguieron creciendo los pies y a mis 14 años ya usaba un 42.

En una ocasión, cuando apenas contaba con 10 u 11 años de edad, sucedió algo muy desagradable. Como ya comenté, para la edad de 6 años tenía 3 hermanas y para la edad de 8 años nació la cuarta de mis hermanas. Luego, posteriormente, nació un hermano mío, el único hermano varón que tengo al que llevo 11 años. Soy el tercero de seis hermanos.
Como iba diciendo, para la edad de 10 u 11 años sucedió algo desagradable. Era verano, estábamos de vacaciones escolares. Mi hermana (la que me sigue y a la que llevo casi 3 años) y yo, durante la hora de la siesta, nos pusimos a jugar a las prendas. Era un juego de adivinanzas. Quien no acertara tenía que cojer una prenda de un montón de ropa y ponérsela. Cuando yo no acerté cogí una falda de una de mis hermanas mayores, que me quedaba estupenda y era la primera vez en mi vida que me ponía una falda de manera consciente y me la puse durante todo el rato que duró el juego. Noté que mi hermana se reía. Y así siguió el juego de manera inocente hasta que oímos que mi madre se levantaba de la siesta y me quité la falda. Recuerdo que era una falda de invierno, marrón y que daba mucha calor por ser verano. Lo desagradable fue que cuando salimos a jugar a la calle, mi hermana con sus amiguitas y yo con mis amiguitos, ella empezó a burlarse de mí delante de todos diciendo "¡¡Se ha puesto una falda, se ha puesto una falda...!!" Después de eso cada vez que tenía oportunidad volvía a burlarse de mí delante de todos con la misma cantinela. Tengo que decir que aquello me dejó marcado en cuanto a mi relación con mi hermana a quien nunca la tuve el cariño que tenía a las otras tres hermanas, y aún ahora seguimos distanciados hasta tal punto que casi apenas nos comunicamos y menos desde que falleció nuestra madre.

martes, 16 de julio de 2019

Presentación de Mónica

PRESENTACIÓN DE MÓNICA RODRIGUEZ

Hola, soy Mónica Rodriguez. Tengo que decir que aunque utilizo mi seudónimo femenino, en realidad soy un hombre casado, nacido en 1962 y por lo tanto maduro. Hace unas semanas descubrí en internet el significado del término "feminófilo" y, sin entrar en más detalles por el momento, puedo decir que soy feminófilo. Para quien no lo entienda,  soy heterosexual pero con una expresión de género masculina/femenina. "¿ehhh?" dirían algunos. Para explicarlo diré que un feminófilo tiene su corazón despierto a los dos sexos, masculino y femenino en armonía total. Más adelante lo explicaré con más detalle.
Como he dicho estoy casado, llevo casado con la misma mujer casi 35 años. Por lo tanto soy un marido fiel y SIEMPRE he sido fiel. Tengo tres hijos y cuatro nietos.

¿De donde sale Mónica Rodriguez?

Brevemente diré que, después de entender mi verdadera condición con la que he vivido oculto durante toda mi vida, le conté a mi mujer quién y qué era yo. Me armé de mucho valor pues no sabía su respuesta. Le leí el significado del término feminófilo y poco a poco fuimos descubriendo cosas juntos y llegamos a la conclusión de que eso mismo era yo. Después de semanas indagando sobre todo este asunto, un día me dijo que todo esto tenía que escribirlo en un blog y contarlo. Que tenía que compartirlo con gente que tenían experiencias similares. Entonces me dijo que había que buscar un nombre para mí parte femenina y me dijo que la llamara Mónica. El apellido Rodriguez lo adopté por su segundo apellido. Ya que fue ella quien me bautizó como Mónica le quise poner uno de los apellidos de mi mujer, Rodriguez. La verdad es que el nombre me encanta. Así que he creado este blog, también he creado una página en Flickr y un correo electrónico para Mónica. Ahora hay que personalizarlo, ponerle cara, es decir, una foto.

Mónica es real

¿Existe en verdad Mónica? Sí, si que existe. Y puedo decir que siempre ha existido aunque no puedo decir porqué ni cómo. Pero si puedo afirmar que recuerdo que con cinco años de edad me puse alguna vez alguna de las braguitas de mis hermanas. Por eso puedo decir que Mónica ya existía desde, seguramente, que nació.
Mónica es real porque existe en mi mente desde siempre. Es real porque soy yo misma.